Ayer, salí con unos amigos por el centro. Y cuando regresé a casa, caminando sólo por el centro de la Gran Ciudad, pero acompañado por acelerones de coches, sirenas de policias, y orientales vendiendo bocadillos y latas de cerveza en cada esquina de la Gran Vía, no pude evitar sentir una gran tristeza, pero con la tranquilidad de que todavía no estoy perdido en esta Ciudad.
Estuve en un par de bares de copas, donde te envenenan con efectos retardados, como dice la canción Pájaros Mojados, así que ayer tocaba cerveza, que te permite ver todo con más claridad que las bebidas blancas. Y lo que ví, no me gustó.
No era diferente a lo que puedes ver otras noches por Madrid, o por cualquier ciudad: locales atestados de gente, con "música" que no tengo palabras para definirla, si es que se puede llamar música, con grupos de "machos" mostrando sus músculos cultivados durante horas en gimnasios (también atestados durante la semana) a grupos de niñas con las mismas intenciones que ellos: encontrar a alguien con quien pasar la noche, sea con quien sea, y sea como sea.
Así que después de beberme mi tercera cerveza, decidí retirarme, buscando olvidar todo lo que había visto hasta ese momento, y deseando llegar a casa, para poder escuchar algo de buena música, que me pudiese contar algo, con letras cuidadas o que me despertaran algún tipo de sentimiento o emoción.
Volví a casa sólo, desde Huertas, paseando por la Gran Vía, y me acordé del artículo de la Gran Ciudad. La ciudad seguía latiendo a un ritmo frenético, pese a ser las 4 de la mañana, y aunque había mucha gente por la calle, tuve la misma sensación de soledad que había tenido durante toda la noche. Y una sensación de tristeza por todo lo que vi, dentro y fuera de los bares, pero también, tenía fuerzas suficientes, para rebelarme ante todo lo que no me gustó, sin dejarme arrastrar por todo eso que detesto.
Y la única forma de conseguir esto es siendo yo mismo. Siendo auténtico, fiel a mis gustos y forma de ser y pensar, como mejor receta para defenderme de todo lo que te venden como lo normal, lo que hace todo el mundo y lo que toca. Por eso, tengo la traquilidad de conciencia, que pese a estar viviendo Días de Vértigo, en una sociedad falta de autenticidad, todavía no me he perdido en esta Gran Ciudad.
Por supuesto, me dormí escuchando Sácame de aquí, qué casualidad ... ;-)
martes, 1 de mayo de 2007
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